Lo primero que tenemos que entender es que la fotografía es LUZ.
Etimológicamente, de hecho, significa “escritura de luz”: del griego foto- (φῶς, raíz φωτ-, phōs, «luz»), y -grafía (γράφω, raíz γράφ-, graf, «rayar, dibujar, escribir»)
A partir de ahí, es fácil deducir que, entonces, sin luz, no habrá foto.
Para estas situaciones de oscuridad (y para muchas otras que veremos más adelante), será imprescindible contar con algún dispositivo que ilumine la escena como, por ejemplo, un flash.
No os olvidéis de observar siempre el entorno: Aunque vayamos súper preparadas con nuestro equipo de iluminación, a veces resulta más interesante apoyarnos en luces accesorias de la calle como pueden ser una marquesina, los neones de los escaparates, una farola solitaria…
Eso sí, un flash nos permitirá tomar las riendas de la foto y esto es muy importante si tenemos que garantizar un resultado.
Dicho de otra forma, está bien darse un paseo con amigas y retratarlas con las diferentes luces de la ciudad, pero si tenemos que ir a un evento de trabajo y volver con una serie de imágenes, mejor llevar un buen flash y no abandonarnos al albedrío lumínico de la sala.
Antes de entrar de lleno en el tema, vamos a refrescar brevemente algunas nociones básicas que os ayudarán a entender mejor cómo funciona la luz, cómo capturarla y cómo moldearla.
El sol es nuestra fuente lumínica natural principal.
En esta clasificación entrarían todos los organismos capaces de producir luz propia: el fuego (volcanes, incendios…), los rayos y relámpagos, los seres vivos que cuenten con cualidades de bioluminiscencia (luciérnagas, pláncton, algunos cefalófodos, etc).
La luz natural tiene como ventaja que es gratis, que sabemos que al amanecer volverá siempre a estar disponible y que, de entrada, suele ser más agradable a la vista que un flashazo.
Sin embargo:
Y, en el otro lado, la luz artificial sería la que emana de aquellos dispositivos creados por el ser humano que precisen bien de electricidad, bien de otro tipo de energía para producir luz: velas, bombillas, pantallas, flashes…
¿Y la luna? No es un satélite que irradie luz por sí mismo…
Truco: Como la luna lo que hace es devolvernos un reflejo de la luz solar, para fotografiarla correctamente habría que utilizar la misma exposición que usaríamos para una escena soleada.
Por ejemplo: ISO 100, f.16, velocidad 1/125.
Disponer de la luz a nuestro antojo es una súper ventaja a la hora de planificar una sesión de fotos. La luz artificial nos ofrece la posibilidad de recrear el ambiente lumínico que queramos, cuando queramos.
Sí, es posible tener un medio día en mitad de la noche (de hecho, en cine, muchas escenas diurnas de exterior se graban de madrugada para poder controlar todos los parámetros relacionados con la luz: intensidad, dirección, calidad, temperatura de color…).
Claro que:
Ya sea iluminado por luz natural o bañado por alguna fuente lumínica artificial, todo lo que vemos, lo vemos porque refleja luz.
A modo de recordatorio…
En una escena tendremos dos tipos de luz: la que incide en los cuerpos desde la fuente lumínica y la que esos mismos cuerpos reflejan.
Como el fotómetro interno de nuestra cámara mide la luz reflejada, para tener una medición fiable y saber exactamente qué cantidad de luz está llegando, por ejemplo, al rostro de nuestra modelo, tendremos que utilizar un exposímetro de mano, que nos mostrará la luz incidente.
Otra manera de obtener una medición concisa sería revisando el histograma, un gráfico que nos muestra si las altas luces y las sombras de la imagen están dentro de los valores de una exposición correcta.
En fotografía, las tres variables a través de las que controlaremos la luz son el ISO, el diafragma y la velocidad de obturación, lo que se conoce como triángulo de exposición (la Santísima Trinidad de la Luz):
En este artículo os contamos con más detenimiento en qué consiste cada una de las variables.
Lo que hay que memorizar y tener siempre en cuenta es que cambiar uno de los parámetros afectará a los otros dos. Esto se debe a la ley de la reciprocidad y os lo explicamos con un ejemplo práctico:
Estamos disparando una flor bajo el sol directo y hemos colocado los siguientes valores:
ISO 100, f/16, velocidad 1/125.
Sin embargo, como queremos que el fondo por detrás de nuestra radiante petunia salga más desenfocado, decidimos reducir la profundidad de campo abriendo el diafragma de f/16 a f/4.
Con este cambio, acabamos de sumar 4 pasos de luz a la imagen (f/11 – f/8 – f/5.6 – f.4), por lo tanto, si no modificamos nada más, nuestra foto estaría sobreexpuesta.
Una forma de compensar este exceso de luz, sería reduciendo la sensibilidad ISO. El problema es que estamos a ISO 100 y este es el valor mínimo de la mayoría de cámaras digitales… así que descartado.
Finalmente, no nos quedaría otra que aumentar 4 pasos la velocidad de obturación para compensar el cambio en el triángulo y seguir teniendo una exposición correcta:
ISO 100, f/4, velocidad 1/2000
Es muy muy importante aprender a disparar en manual nuestras cámaras para ir interiorizando el triángulo de exposición.
Cuanto mejor conozcamos la luz, más fácil será saber combinar luz artificial y natural, porque no penséis que el flash se limita a un petardazo nocturno…
Normalmente en editorial, publicidad o en cualquier encargo profesional, se trabaja siempre con ambas fuentes lumínicas a la vez tratando que los flashes cumplan una función de relleno y no tanto estética.
Es decir, se busca crear una escena donde aparentemente sólo haya luz natural.
Lo primero, como con toda pieza de equipo que vayamos adquiriendo, nos tenemos que preguntar para qué la vamos a usar.
Si lo que pretendemos es ir a fotografiar agapornis a Namibia o grandes paisajes, no tendrá ningún sentido invertir en un sofisticado equipo de iluminación.
Tampoco tomaréis la misma decisión si la compra del flash va orientada a un uso aficionado o a otro más profesional, para lo que tendemos a escoger uno más potente, más rápido, con un tiempo de reciclaje menor, etc.
Un flash de mano es una inversión inteligente para dar los primeros pasos en el mundo laboral de la fotografía: podremos, por ejemplo, cubrir eventos o plantear retratos de mayor calidad con iluminación strobist.
La mayoría de las cámaras de iniciación, tanto compactas como Evil o Réflex, vienen con un pequeño flash integrado que puede ser interesante como introducción, pero rápidamente se nos quedará corto.
Aún así insistimos en qué experimentéis todo lo posible con él antes de dar el paso a un hermano mayor…
Si luego os sigue picando ese gusanillo de sacar el flash de cámara y crear esquemas de luz más elaborados, aquí os traemos algunas opciones que podéis considerar.
Básicamente podemos distinguir cuatro tipos:
Es ese pequeño flash que se levanta a modo de pestaña en nuestras primeras cámaras.
Su potencia es limitada (nos da un alcance de entre 2 y 5 metros) y al estar fijo encima de la cámara, el destello solo incidirá desde una dirección.
Otro handicap es que utiliza la batería de la misma cámara para funcionar y la descarga rápidamente.
Por estas razones la tendencia de los fabricantes es ir sustituyendo este pequeño flash integrado por otras prestaciones como un buen tratamiento del ruido a sensibilidades ISO altas que nos permitan hacer fotos con poca luz sin usar flash.
Estos flashes anulares están pensados principalmente para la fotografía macro (de modo que no pretendáis iluminar un auditorio con ellos).
Tienen forma anular y se colocan alrededor de la lente para fotografiar sujetos a distancias muy cortas.
El hecho de que la antorcha sea anular, proporciona una luz uniforme y sin sombras que da como resultado imágenes muy agradables y llenas de detalle.
Por este mismo motivo también se puede utilizar en fotografía de retrato aunque corremos el riesgo de obtener imágenes excesivamente planas.
© Foto: Ra Boe / Wikipedia
El Rey de los flashes y nuestra mejor opción para realizar fotos con flash externo ya que es extremadamente versátil y lo encontraremos por un rango muy diverso de precios.
Casi todos los flashes speedlite son compatibles con casi todas las cámaras, pero para asegurar el mejor rendimiento de sus modos y prestaciones, lo mejor siempre será decantarse por un flash de la misma marca que nuestro equipo.
Son mucho más potentes que los flashes integrados y podemos saber qué capacidad tienen buscando su número guía o NG (cuanto mayor sea este nº, mayor potencia).
De nuevo, es importante tener en mente para qué vamos a usar el flash y así decidir si nos compramos uno básico o si realmente nos conviene invertir en algo más profesional. De cualquier forma, no os recomendamos adquirir uno con un NG menor a 30.
Estos flashes nos ofrecen la posibilidad de trabajar con distintos modos. Los que más utilizaréis serán:
Las siglas TTL vienen de Through The Lens (“A través del objetivo”) ya que la medición de la luz se realiza con un predestello y con la información que vuelve al sensor del flash a través del objetivo.
Es decir, según los parámetros que hayamos colocado en la cámara, el flash ajusta automáticamente la potencia correcta para iluminar la escena.
Este modo es muy popular por la obvia comodidad que proporciona, pero nos permite intervenir más bien poco en la foto.
Elegiremos el modo manual si lo que queremos es tomar decisiones conscientes sobre la imagen.
Aprender a manejarlo es más complicado que colocar un TTL y disparar, pero es la única configuración que nos proporcionará control total y, por lo tanto, libertad creativa.
El speedlite lo podemos colocar directamente en la zapata de encima de nuestra cámara.
Una situación en la que trabajaríamos con el flash en esta posición sería en eventos donde normalmente no tenemos tiempo para iluminar una a una nuestras tomas.
Gracias a sus cabezales rotatorios, podemos dirigir la luz hacia otra dirección para, por ejemplo, rebotarlo contra un techo o pared y que la luz sea más difusa y menos dura.
Esto nos será muy útil cuando fotografiemos interiores con flash para que se cree una atmósfera más cálida de la que generaría un destello frontal.
Pero lo realmente maravilloso del speedlite es que también se puede sacar de cámara. A esta configuración se le conoce como iluminación strobist y os proporcionará un mundo de posibilidades.
Y es que la filosofía strobist consiste básicamente en conseguir un estudio de iluminación portátil a un precio asequible.
Estos son los indispensables:
A gusto del consumidor pero recomendamos comprar uno de la misma marca que la cámara. Un par de consideraciones que deberíamos plantearnos son la potencia o número guía y la velocidad de sincronización (muchos no dejan disparar a velocidades superiores a 1/250s).
Sirven para disparar el flash fuera de cámara a distancia. Normalmente vienen dos: un emisor que se coloca en la zapata de nuestra cámara y un receptor al que irá conectado el flash.
Es un trípode específico para iluminación sobre el que colocaremos el flash con sus accesorios y que nos permitirá moverlo por el espacio.
Es básicamente un soporte articulado que unirá el pie de foco a nuestro flash y que nos permitirá dirigir el ángulo de la luz.
Un paraguas difusor, un softbox o cualquier otro elemento que sirva para filtrar y matizar la luz de modo que llegue a nuestro sujeto suavizada. Si os preguntáis cómo salir bien en fotos con flash y no morir en el intento, estos artilugios serán la respuesta.
¡Voilà! Tenemos un estudio, para empezar, con 1 flash. Pero no olvidéis que podemos colocar muchos más flashes y crear esquemas de luz complejos sincronizándolos todos con sus respectivos receptores.
Como su propio nombre indica, son flashes pensados para trabajar en el interior de un estudio.
Su destello es mucho más potente que en los flashes de mano y podemos acoplarles muchos y diversos accesorios para modificar y matizar la luz.
Aunque los hay con batería recargable, la gran mayoría van conectados a generadores que a su vez, se enchufan a la red eléctrica, algo que limita mucho nuestros movimientos.
No nos detendremos aquí porque son una opción excesivamente aparatosa – y cara – para este momento en el que valoramos comprar nuestro primer flash.
Dependiendo del número de flashes de los que dispongamos, podremos diseñar un esquema de iluminación más o menos complejo. Aquí os dejamos algunos de los más populares:
La fuente lumínica está colocada frente al sujeto, es decir, desde la posición en la que disparamos (como cuando colocamos el flash externo en la zapata de cámara).
Este tipo de iluminación genera poca textura y sombras por lo que corremos el riesgo de obtener una imagen bastante plana, sin volumen.
Si colocamos la fuente lumínica a 90º de nuestro sujeto, el resultado será una imágen mucho más interesante que la frontal ya que se realzan notablemente los volúmenes y los contrastes entre la zona iluminada y la zona en sombra.
Conseguiremos un efecto dramático.
Es otro tipo de iluminación lateral pero, esta vez, colocando el flash a 45º del sujeto, algo que sumará profundidad a la imagen.
Ha sido la más utilizada en los grandes retratos clásicos y se llama así porque dependiendo de la altura a la que situemos la fuente lumínica, se generará un triángulo de luz invertido bajo el ojo en la mejilla que había quedado en sombra, un recurso muy utilizado por el pintor barroco.
En este esquema, la luz incide desde arriba, desde un plano picado al sujeto generando mucho contraste y unas sombras muy abruptas y verticales.
En este esquema, la luz incide desde abajo.
Es un tipo de iluminación poco común y que no aconsejamos utilizar para retrato.
Genera sombras marcadas y no tan naturales como podrían ser las cenitales o laterales. Esto sucede porque que casi nunca solemos estar iluminados desde este ángulo en nuestro día a día.
La fuente lumínica se coloca detrás del sujeto. Sirve principalmente para siluetear o perfilar a nuestra modelo y recortarla del fondo.
Con este esquema, se pierde toda la información de color y textura así que para iluminar la parte frontal, habrá que colocar otro punto de luz.
